“Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero quiero que seas sabios para el bien, e ingenuos para el mal”. Romanos 16:20.
La fe tiene un precio, la obediencia es la certificación de nuestra fe, obedecemos lo que creemos, o estamos dispuestos a obedecer la Palabra de Dios.
La base de una vida plena en Dios, tiene un fundamento sólido en tres aspectos, crecimiento, madurez y frutos. Estos tres únicamente se cristalizaran, cuando hay obediencia, son el reflejo de la obra del Espíritu del Señor en la vida, que proporciona y adecúa de forma equitativa para llegar al fruto.
Es fácil hablar de obediencia es más fácil que practicarla; Hablarla es con el prójimo, la práctica es con Dios, depender totalmente del Señor, llegar a ser todo lo que Él desea que alcancemos.
Aunque muchas veces no entendamos porque pasan las cosas, se dan o no se dan, la obediencia a la Palabra de Dios, es lo que nos va a ayudar a seguir adelante, a fortalecernos en fe y a dar frutos; ya no hay que buscar razones, explicaciones lógicas o análisis; debe bastarnos Su presencia, Su gracia Su palabra y su Santa voluntad, porque nosotros pedimos lo que queremos, pero El, sabe lo que necesitamos y lo que es mejor para nosotros.
Oramos: Padre, mi fe necesita incrementarse, la paciencia ser probada, la obediencia potencializarse, para que pueda serte útil a tu Reino. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. Amén.
Jesucristo tiene que revolucionar la tu vida, de día en día, si hay una oportunidad Él lo hace, es tiempo, paciencia y perseverancia.