“…del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles. Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día”. 2 de Timoteo 1:11.
El Apóstol Pablo, tiene una gran virtud, que es una gran inspiración. En el transcurso de su vida cristiana, repite este principio, “Yo fui constituido” tenía mucha claridad en quién era con respecto a Dios, cual era su función y para que estaba en este mundo.
Aunque al principio erró el blanco, persiguiendo a los cristianos, cuando se enfoca no vuelve atrás, la gran determinación que tuvo lo encaminó en el gran propósito de su vida, estaba determinado a llevar adelante, aunque con mucha oposición al igual que hoy, con muchas contrariedades se encaminó a caminar el camino que Dios lo tenía por delante.
Hoy al igual que ayer, los tiempos son distintos, Dios es el mismo y el enemigo también, aprovechemos los consejos que nos ofrece la Palabra de Dios y de cuantas cosas podemos ser librados, o no cometer las mismas equivocaciones que otros ya las cometieron.
El consejo de Dios es puro, honesto, para dar fruto y en abundancia, permanezcamos centrados en el Señor Jesucristo, para vivir en ganancias que Jesús ya conquistó, y las derrotas que esperan a cristianos desobedientes no nos toquen. La santidad y la obediencia son dos factores que nos permiten permanecer y dar frutos en todo tiempo, la comunión y la unidad en el cuerpo de Cristo con los santos.
Oramos: Poderoso Dios, sostenme con tu mano, asísteme con tu Espíritu, que mi servicio nunca se vea empañado por la desobediencia, en el nombre de Jesús, amen. Pablo se mantuvo firme en sus convicciones para con Dios, nunca renegó ni dudó de su llamado, función y ministerio. Hoy pongamos por obra estas Palabras, sin renegar de nuestro llamado.