“Luego se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey”.
2 reyes 7:9
Hay veces que callar y hacerlo en el momento oportuno es sabiduría en acción, otras es una negligencia que puede desencadenar que la maldad nos alcance y se active aquello que no deseamos o no nos conviene para nuestra vida y menos para los propósitos de Dios.
Si somos hijos de Dios no podemos aferrarnos a lo que pensamos o creemos que es mejor, necesitamos aferrarnos al propósito eterno de Dios y ser un canal de bendición, porque para eso fuimos creados.
Una vida que se cierra no hace la voluntad de Dios es un desperdicio, y también una oportunidad de hacer la voluntad de las tinieblas, lo que produce un retroceso en la vida física y espiritual, cuyas consecuencias no se miden en el plazo inmediato. La palabra dada en el momento correcto puede salvar, evitar problemas más grandes, o cambiar el estado de las cosas.
El presente afecta al futuro, en nuestras decisiones hay un tan grande potencial de lograr hacer correr el río de las bendiciones de Dios para que sean regados muchos huertos personales que están siendo afectados por el desierto, la falta de agua, secos de la presencia de Dios.
Tu sabia decisión de ser sensible a la voluntad de Dios, aún tu proyección de la sombra hará que otros sean contagiados que el inquebrantable deseo de hacer la voluntad de Dios en todo momento, sin importar nada más que ser la persona creada para hacer Su voluntad en esta tierra.
Oramos: Dios todo poderoso, mi vida está entregada a ti, dispuesto a realizar tu voluntad y tus pasos seguir, amen. La entrega es personal, los beneficios los compartimos con todos a quienes están alrededor de nuestra persona y son afectados para bendición por la presencia de Dios en el altar interior.