“En los ancianos está la ciencia, y en la larga edad la inteligencia. Con Dios está la sabiduría y el poder; suyo es el consejo y la inteligencia”. Job 12:12.
Todos acumulamos años de vida llenos de experiencias, pero no son los años los que dan sabiduría, pues la sabiduría viene de vivir las experiencias con Dios a través de sus verdades y revelaciones.
David decía: “Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos, y lo guardaré hasta el fin”. No todos estamos dispuestos a aprender, porque pensamos que lo sabemos todo y hemos cerrado la mente al aprendizaje, pasando por la vida con suprema autosuficiencia.
Así era el pueblo judío, dice la Biblia: “Muchas veces los libró; ellos se rebelaron contra su consejo, y fueron humillados por su maldad.
Cuántas veces nosotros hemos desechado las amonestaciones de Dios, hemos sido indiferentes a su Palabra, pero es sabio escuchar el consejo, sabio aprender de las experiencias, sabio aprender de las lecciones de vida de otros, o sea, es bueno querer aprender, saber observar y saber escuchar.
Jesús dijo: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan”. Dice también la Biblia: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti”.
Oramos: Señor, reconozco mi condición de pecador, de creerme autosuficiente, pero me acerco a ti con corazón humillado para oír tu Palabra, tu consejo y adquirir ciencia y sabiduría, porque sólo en tu boca está la inteligencia. Te amo Señor. Amén.
El Señor quiere instruirnos, guiarnos y aconsejarnos, por eso nuestra respuesta debe ser de sometimiento y aceptación a Él. Puede ser que tengamos la fuerza del caballo, pero aun así, como éste, necesita ser sujetado con freno en su boca para que quien lo monta pueda dirigirlo.