“Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido… y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”. Isaías 6:6,7.
Dios nunca nos da convicción de pecado para condenarnos o humillarnos. La condenación proviene del diablo y esa es su estrategia, pero Dios, en su infinito amor y misericordia nos da convicción para liberarnos.
Dios no nos perdona y luego nos guarda bajo llave para que nunca seamos tentados de nuevo.
En cambio, Él nos redime para traernos de nuevo a una relación correcta con Él, para Su gloria. Redención significa recomprar o compra algo de nuevo. Era un término usado en la trata de esclavos para referirse a comprar de nuevo la libertad de un esclavo.
En el Antiguo Testamento, hablamos de cómo Dios redimió a Israel de su esclavitud en Egipto, pero en el Nuevo Testamento, usamos el término redención para referirnos principalmente a la manera cómo Jesús nos compró nuevamente mediante Su muerte en la cruz y nos liberó de la esclavitud del pecado. Sin embargo, en Isaías 6, vemos que Dios nos redime no sólo a nosotros, sino particularmente esas áreas de nuestra vida que alguna vez fueron las más pecaminosas. Isaías aprendió esto después de su encuentro personal con Dios.
Al haber estado en la presencia de Dios, Isaías experimentó un arrepentimiento total. Isaías expresó su profundo dolor por ser un hombre de “labios impuros” Isaías 6:5, pero Dios no lo dejó en su dolor.
Él envió a uno de los ángeles que lo adoraban y proclamaban Su santidad, para que tocara los labios de Isaías con un carbón encendido. Después de hacer esto, el ángel le dijo a Isaías: “He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” Isaías 6:7. Fue en ese momento, que el pecado de Isaías fue tratado y limpiado, y vino como consecuencia de su encuentro personal con Dios.
Oramos : Gracias Señor por perdonarme. Permite que mi vida sea un testimonio vivo de tu gracia transformadora, y ayúdame a compartir con los demás, la forma como Tú has redimido cada parte de mi vida. Gracias, Señor.
Esta limpieza está disponible también para todos nosotros. Cuando creemos en Jesús, no solamente recibimos perdón, sino también recibimos el Espíritu Santo quien viene a vivir dentro de nosotros. Si se lo permitimos, el Espíritu Santo nos transformará de tal manera que nuestros mayores fracasos se convertirán en el testamento de Su gracia.