“Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos”. Malaquías 3:6.
¿Cómo lo ves a Dios? Un pensador escribió: “¡Gran Dios, cuán infinito eres Tú, Y nosotros somos sólo unos gusanos sin valor!” En la contemplación de la Divinidad hay algo extraordinariamente beneficioso para la mente.
Es un tema tan amplio que todos nuestros pensamientos se pierden en su inmensidad; tan profundo, que nuestro orgullo se ahoga en su infinitud.
Nosotros podemos abarcar y enfrentar otros temas; en ellos sentimos una especie de autosatisfacción y proseguimos con nuestro camino pensando: “he aquí, yo soy sabio.”
Pero cuando nos aproximamos a esta ciencia de las ciencias y encontramos que nuestra plomada no puede medir su profundidad y que nuestro ojo de águila no puede ver su altura, nos alejamos pensando que el hombre vano quisiera ser sabio, pero que es como un burrito salvaje y entonces exclama solemnemente: “soy de ayer y no sé nada”.
¿Puede el hombre contender con su Creador? ¿Es posible que el hombre instruya y enseñe a Dios qué y cómo debe hacer las cosas? ¿A dónde me iré de tu Espíritu? La Palabra dice: “¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra”. Salmos 139:7. Pero si el tema humilla la mente, también la expande.
La Biblia tiene un profundo mensaje para colocarnos en la órbita celestial, en las estaturas espirituales de verdad y excelencia.
Oramos: Hoy es un gran día Señor, mi mente despierta a tu presencia, que mi espíritu se regocija en el creador. Te doy gracias Padre por tu provisión para mi alma. En el nombre de Jesús, amen.
Dios es soberano, tú puedes lograr grandes objetivos cuando dedicas tiempo a Dios, para que la vida tenga un vuelco de fe y acción soberana del Señor en tu vida.