“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio”. Filipenses 4:6.

¿Qué pasaría si fracaso? ¿Qué pasaría si no soy suficiente para este trabajo? El enemigo nos ha atrapado con estas pequeñas palabras: ¿qué pasaría si? Y pone a volar a nuestra imaginación con cuentos de fatalidad que nos esperan más adelante.

La ansiedad dice, ¿qué pasaría si? ¿Qué pasaría si me acerco demasiado a esta persona y ella me manipula como la última amiga en la que confié? ¿Qué pasaría si mis hijos mueren trágicamente? ¿Qué pasaría si mi jefe decide que soy reemplazable?

Hay niveles saludables de ansiedad que indican a nuestros cerebros que tengan miedo de cosas por las que realmente vale la pena tener miedo, como el tráfico que se aproxima en sentido opuesto. Pero hay una mejor forma, porque tenemos una opción.

Dios ya hizo su parte, murió en la cruz para que tenga todo, no depende de Él si no busco, o me capacito para alcanzar lo que ya está conquistado.

El Pueblo de Israel fue retirado de Egipto, había que cruzar el mar, el río Jordán y conquistar la tierra prometida. Es frecuente que las bendiciones nos gustan pero no el sacrificio para conquistar, esta última parte el Señor nos dejó a nosotros, nos ayuda y dirige para lograr la forma más fácil y rápida, a veces podemos entorpecer con nuestra manera de pensar o hacer y nos quedamos 40 años en el desierto.

Oramos: Padre cada día es una oportunidad que quiero afianzar en mi progreso, tú eres el camino por donde debo transitar, con tu beneplácito llegaré, amén.

No te desanimes, solo permite a Dios que sea tu Señor, sigue su Palabra y verás la recompensa de tu paciencia.

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