“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. Marcos 16:16.
Todas las personas son discípulos de alguien, imitan, se parecen, gesticulan, se peinan igual.
Muchos se parecen a artistas, hasta cantan igual, pero todos son discípulos a su manera.
Con Jesús las cosas cambian, no se puede ser un discípulo a la manera de uno, la regla del Señor es sencilla, “Si me amáis” para pretender ser discípulo de Jesucristo, primero hay que amarlo, segundo: “Guardad mis mandamientos”.
En otras palabras, si quieres ser algo en Jesús, primero hay que amarlo y luego obedecerlo.
Ser un discípulo de Jesús es vivir como Jesús le plazca o le dé las ganas, lo que pensamos solo sirve para obedecer o invalidar el mandato Suyo, porque dice la Palabra: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Gálatas 2:20.
La recomendación es ser imitador de Pablo, como Pablo de Cristo. En este sentido sería la manera de calcar un todo para no solo parecer, sino pensar, actuar, responder.
Hay una regla infalible; Jesús dice en sus propias Palabras que si eres uno que “Cree” en Jesús, habrán señales que le seguirán, echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera no les hará daño, pondrán sus manos sobre los enfermos y sanarán.
Oramos: Padre, como Jesús hizo todo lo que te vio hacer, yo quiero vivir para hacer todo lo que Jesús hizo. Quiero la mente de Cristo, su gracia, paciencia, misericordia, y certeza, en el nombre de Jesús, amén.
Ser un discípulo, es demostrar que creo en el Señor, porque las señales me siguen, Dios manifiesta su poder y presencia y Él vive en mí.
